Es básico empezar por ahí. Preparando el Dojo, mejorando su aspecto y con ello la energía del lugar, lo que trae aparejado que nos acostumbramos a ver el detalle.
Hoy día es un tanto difícil hacerlo así.
Vivimos en una sociedad en que se pasa superficialmente por las cosas, por las personas, por todo. El trabajar en un Dojo, nos afina los sentidos, y si trabajamos en comunión con otros, la energía se multiplica.
Se conoce a las personas trabajando con ellas. Ahí se ven las "agachadas" o buena disposición de cada uno. La grandeza de lo humilde, como barrer, limpiar el baño.
¿Se imaginan lo que generaría un lugar donde no se barra ni limpie el baño?
En algunos Dojos se realizan las tareas en concordancia con técnicas, o nutriendo las mismas, mediante la guía de un maestro.
De paso se está usando un arte marcial para construir, y no lo contrario.
Arigató go zaimashitá
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